La memoria es una capacidad mental esencial para la supervivencia porque almacena los eventos y las situaciones a las que damos importancia, sean para bien, sean para mal. La capacidad de memorizar que tenemos todos los seres vivos es sorprendente. Y ese proceso cognitivo de almacenar la información vivida sirve para aprender del pasado y aplicarlo en el futuro con respuestas rápidas o lentas, o rectificando si es preciso, o si queremos.
Los procesos mnésicos (de la memoria) son altamente complejos. De hecho, a pesar de que se ha avanzado mucho en los últimos 70 años, todavía no son bien comprendidos. En la naturaleza no solo memorizamos los seres humanos, todos los animales, desde el calamar gigante, los gusanos, las abejas o las moscas, así como las plantas disponen de sistemas de memorización diversos y eficientes.
Para poder guardar nuevas memorias y hacerlo eficazmente es necesario estar atentos. Combinar la capacidad de atención y tener alerta todos los sentidos es imprescindible, ya que lo que no es captado por el cerebro no se podrá almacenar. De hecho, cada día ocurren cientos de cosas a nuestro alrededor que no almacenamos porque, consciente o inconscientemente, no les hemos prestado atención. Solo nos fijamos en lo que le interesa y solo es eso lo que se guarda para el futuro.
Combinación de memorias
No existe una sola memoria, hay diversos tipos de memorias tanto de hechos y de momentos, como de palabras y números, de situación en el espacio, de aprendizaje motor y de habilidades y muchas más, memoria visual, memoria auditiva, memoria olfatoria. Habitualmente, para que se retenga un evento o un relato (o una lección para un examen) es importante que se combinen varios tipos de memorias a la vez (ver y oír, ver y oler, ver, oír y oler), ya que el cerebro lo almacenará de forma “más eficiente y segura” al reforzarse con diferentes informaciones.
Se almacenan, principalmente, los hechos que tienen un significado emocional positivo o negativo. Esos hechos se rememoran posteriormente en una ocasión concreta con el fin de poder elegir o de poder resolver problemas del día a día. Pero más allá de tener un sentido utilitarista, los humanos recordamos el pasado deleitándonos habitualmente con recuerdos agradables que nos hacen sonreír y sentirnos bien. De hecho, aprendemos que recordar lo malo no merece la pena a no ser que sea para elegir y ‘sobrevivir’. El pensamiento positivo selecciona lo agradable y lo proyecta hacia el futuro, siendo este un ejercicio mental muy saludable.
Pérdida de memoria con la edad
Los procesos mentales de la memoria comienzan a deteriorarse muy tempranamente. Ya a partir de los 40 años empiezan declinar ciertos núcleos y áreas cerebrales. Pero no hay que asustarse.
Primero, cada individuo es diferente y cada persona tiene un proceso propio dependiendo de su carga genética y también de su medio ambiente y forma de vida. Depende de como se haya estimulado al cerebro (desde antes del nacimiento) y de si se han adquirido hábitos cerebro-saludables de vida, evitando los tóxicos que son deletéreos para la función del sistema nervioso.
No obstante, el desarrollo y potencial cognitivo es continuo durante toda la vida y, a pesar de algunos sistemas se deterioren, se ha demostrado que siempre existe plasticidad cerebral que podemos aprovechar combinando y desarrollando otras capacidades y habilidades. Nunca dejamos de aprender, aunque con los años y la experiencia es de forma diferente. Depende de nuestra voluntad, de querer hacerlo.
Aprender nuevos trucos
La forma de resolver los problemas implica a muchas áreas cerebrales, y varía de una persona a otra. Así, las personas mayores, en las que los circuitos de la memoria han podido disminuir, aprenden a utilizar otros circuitos cerebrales que están intactos. Es necesario ser positivos y ser hábiles para poder utilizar todas esas potencialidades y variar los patrones de comportamiento.
Es “reaprender en positivo” otras formas de actuar, de reflexionar y de vivir. Hay personas que lo hacen forma espontánea, los supervivientes. Pero todos podemos incorporar a nuestras vidas esas nuevas formas de aprendizaje adaptado a la edad con el fin de tener una vida más completa. Hay que cambiar el chip y abrir “otros interruptores cerebrales” con el fin de vivir una vida más completa.
Está comprobado que para realizar las mismas funciones que cuando se era más joven, el cerebro de las personas mayores utiliza más circuitos o hace trabajar a los circuitos de ambos hemisferios.
Solo se necesita hacer un esfuerzo, es cuestión de voluntad, de pensamiento positivo y de supervivencia optimista. Y lo importante es saber que, para resolver los problemas del día a día, se pueden desarrollar nuevas capacidades cerebrales a lo largo de toda la vida, también en la edad dorada.
Fdo: Mª Trinidad Herrero, catedrática de la Universidad de Murcia y presidenta de la Real Academia de Medicina y Cirugía de la Región de Murcia