Se puede vivir mes y medio sin comer, siete días sin beber, sin respirar unos seis minutos, pero sin esperanza, nada. Es importante la esperanza, pero también la calidad de vida y esta empeora si nos dedicamos al arte de amargarnos la vida (Watzlawick, 1983), pensando en el horror del paso del tiempo, en las marcas que va dejando sobre nuestro cuerpo, intelecto, humor y afecto.
La gerascofobia es el temor a envejecer, la resistencia a ser mayor: se esconde la edad, cuesta mirar el DNI y se evita celebrar el cumpleaños propio y el de los demás. Para algunas personas, ese temor es tan extremo que se ven incapaces de llegar a la jubilación y tener que decir su edad o asistir a la fiesta de despedida.
La gerascofobia va acompañada de un alto nivel de ansiedad anticipatoria frente a situaciones asociadas al hecho de hacerse mayor, y el tratamiento idóneo es el psicológico.
De la gerascofobia hay que diferenciar la gerontofobia que consiste en el miedo irracional, el rechazo y/o desprecio hacia las personas mayores. Se evita el contacto con personas mayores, aparece la ansiedad y se puede llegar a la depresión cuando uno mismo tiene esta fobia y, además, está envejeciendo.
Visitar a un psicólogo clínico para analizar las causas que subyacen bajo estos síntomas y hacer el tratamiento adecuado, es la vía de solución a este problema.
Edadismo y gerascofobia
Otro término relacionado con la gerascofobia es el edadismo, que hace referencia a prejuicios y actitudes discriminativas hacia las personas por motivo de su edad. Son muchas las creencias erróneas asociadas al hecho de ser mayor como que son anticuados en su modo de pensar, menos creativos, menos productivos e incompetentes.
Estos mitos derivan de una sociedad de consumo que promociona más el tener que el ser, mientras que, de forma paradójica, los que detentan el poder económico, político y religioso suelen ser hombres mayores.
Es un tema a reflexionar y a debatir como medio de sensibilización y de lucha contra ese estigma, que tiene graves consecuencias en la mujer que cuenta con el doble estigma de ser ‘mujer’ y ‘vieja’ y que, al final de la vida, suele ir acompañado de otros dos, el de ‘pobre’ y ‘sola’.
Aprender a hacernos mayores
Por este motivo, la educación para la salud desde la perspectiva de género y de la igualdad debería ser obligatoria en el currículum escolar.
Niños y niñas necesitan aprender la importancia de tener valores que orienten su vida, de tener un proyecto de vida propio que no gire en torno a encontrar pareja o formar una familia, eso surgirá en el camino, porque los seres humanos somos seres sociables y nos necesitamos.
Prioritaria es esa formación desde un plano de horizontalidad y respeto, en el que mujeres y hombres puedan participar en la toma de decisiones de cualquier proyecto, y en el que se ponga de relieve el valor de la diversidad que es lo que suma y enriquece el resultado.
Fdo: Ma Nieves Martínez-Hidalgo. Doctora en psicología, psicóloga clínica, directora de Fundación SOYCOMOTU®