Belén Vivancos tenía 43 años de edad cuando hace dos años decidió hacerse un chequeo médico. No había indicios, no había señales de alarma, nada que le indicase lo que revelarían las pruebas médicas: un carcinoma ductal in situ en la mama. Tal fue la sorpresa que Belén, que se encontraba en ese momento sola con sus hijas de ocho y catorce años porque su marido estaba de viaje de trabajo, no dio la noticia hasta días después.
El estado de shock la invadió: “Lo único que podía pensar es que iba a morirme”, explica la mujer.
Era 18 de mayo y el 16 de junio Belén fue operada para extraer los bultos que habían aparecido en su pecho. Su edad y el estado de los tumores hizo que el equipo médico decidiera que no era necesario que Belén recibiese quimioterapia, y su siguiente paso sería recibir medicación durante cinco años.
En una de sus múltiples visitas a los médicos durante ese período, entre el 18 de mayo y el 16 de junio y en plena pandemia, Belén vio un cartel de Amiga, una asociación de ayuda a mujeres con cáncer de mama. “Fui a casa y llamé. En ese momento no sabía nada, ni qué sujetador debía comprarme, ni qué iba a pasar conmigo. Me ayudaron a entender qué iba a pasar desde entonces, cómo iba a ser todo, me dieron ánimos y me acompañaron en todo momento”.
Las alas de Belén
La asociación Amiga cambió el rumbo de cómo Belén afrontó el cáncer de mama. “Entré en el grupo de Mujer Activa de la asociación Amiga, que promueve el deporte. Vamos algunos días a la semana al gimnasio del Campus de Espinardo con instructores, nutricionista, psicólogo, entrenador personal y enfermera”, explica.
Belén Vivancos se emociona al hablar de estos profesionales: “A mí me dieron alas la gente de ese equipo. Cuando yo creía que se había acabado todo, que ahí acababa mi vida, cambiaron todo para mí”.
El grupo de mujeres de Amiga con las que Belén Vivancos ha compartido su experiencia estos años también han marcado una enorme diferencia para ella: “Nos apoyamos muchísimo. Les digo que son mis mariposas porque las mariposas no se ven a sí misma las alas, y estas mujeres son así. No saben lo preciosas que son por dentro y por fuera. Nosotras tenemos la frase: ‘La vida es un baile, te toca lo que te toca y todo hay que bailarlo’”.
“Solo dirías que tenemos una enfermedad por los pañuelos o las calvas, pero no por nuestra actitud”. Este diverso grupo, que va desde mujeres en la veintena a mayores de setenta, han formado según apunta Belén, una familia. “Gracias a Amiga he podido afrontar el cáncer de mamá con otra actitud”, asegura con rotunidad la mujer.
La prevención
Belén Vivancos usa su propia experiencia para demostrar la importancia de la prevención y la detección temprana. “Yo no tenía ningún motivo para hacerme ese chequeo, solo revisar mi estado de salud. Si no llego a hacerlo, quizá habría sido demasiado tarde cuando encontrasen la enfermedad”, explica Belén.
“Deberíamos empezar a hacer las mamografías antes de lo previsto, no a los cincuenta años de edad. Tengo compañeras en la asociación que tienen treinta años o menos. Hacer estas pruebas desde edades tempranas marca la diferencia en muchos casos”, concluye.
