Este año, el Día Internacional de la Mujer, que Naciones Unidas celebra bajo el lema ‘Por un mundo digital inclusivo: Innovación y tecnología para la igualdad de género’, explorará los efectos de la brecha digital de género en el crecimiento de las desigualdades sociales y económicas. Además, resaltará la importancia de proteger los derechos de niñas y mujeres en los espacios digitales, y de abordar la violencia de género en la línea que, según un estudio realizado en 51 países, han sufrido en persona el 38% de las mujeres.
Gracias a la inclusión de la perspectiva de género en la innovación, la tecnología y la educación digital, niñas y mujeres tendrán acceso a un mayor conocimiento de sus derechos y a potenciar su ejercicio y su activismo. Pero, aunque los avances de tecnología ofrecen posibilidades para resolver los retos humanitarios y de desarrollo, no podemos olvidar que el género es una construcción social con graves repercusiones políticas y relaciones de poder desiguales.
Estas desigualdades sociales son un potente factor de riesgo que da lugar a que los diagnósticos de depresión y de ansiedad sean tres veces más frecuentes en mujeres que en hombres, y que de cada 10 personas que consumen antidepresivos y ansiolíticos, más de 8 sean mujeres. Y esto no es debido a que el género femenino sea más débil, sino a los diferentes y numerosos roles que se deben de asumir por el hecho de ser mujeres.
Estereotipo de ‘mujeres modernas’
El estereotipo de ‘mujer moderna’ va asociado a destacar en los estudios, en el trabajo, lucir atractivas, ser buenas esposas, madres atentas y perfectas amas de casa.
Es lógico que las mujeres estemos más estresadas y que este estrés mantenido en el tiempo, junto a la ausencia de colaboración por parte de la pareja en las tareas domésticas y en la atención a niños y mayores, a las desigualdades salariales, a las barreras, al techo de cristal que dificulta el ascenso en los puestos de trabajo, genere un agotamiento físico y mental que puede conducir a problemas de ansiedad y/o depresión.
Amor como centro de todo
A las mujeres se nos ha educado para que el amor sea el centro de nuestras vidas, bajo la creencia errónea de que darlo todo por tu pareja es la única forma de ser feliz o de sentirte ‘completa’.
Las mujeres necesitamos elaborar nuestro proyecto de vida, un proyecto personal del que podrán formar parte o no una pareja, unos hijos, pero siempre dando prioridad al desarrollo de nuestra vocación, de nuestros deseos, valores e inquietudes.
Renunciar a vivir tu vida para ir detrás de ese ‘varón’ idealizado puede conducirnos a situaciones de sumisión, violencia y maltrato. La presión social y las creencias sobre la necesidad de tener una pareja hace que muchas mujeres, a pesar de contar con interesantes proyectos personales de vida, se sientan vacías, insatisfechas, se sientan vacías e insatisfechas, si no consiguen mantener una relación de ‘pareja estable’.
Obviar la perspectiva de género y el contexto socio-económico y político conduce a considerar el malestar psíquico como una enfermedad, patologizando y medicalizando situaciones, sin contemplar otras posibles soluciones al sufrimiento.
Cambios a tiempo
Es importante, por tanto, que las mujeres aprendamos a interpretar nuestro malestar psíquico como una señal de que necesitamos introducir cambios en nuestra forma de afrontar la vida, y no como signo de que necesitamos tratamiento médico. Tomar una decisión a tiempo, por radical que parezca (ruptura de pareja, cambio de trabajo/estudios, cambios en las relaciones sociales), puede ayudarnos a mejorar la calidad de vida.
El asesoramiento o acompañamiento psicológico puede ser útil en esos primeros momentos que generan una mayor inseguridad. El tratamiento médico puntual puede aliviar síntomas como la ansiedad y los cambios en el estado de ánimo, entre otros.
