Medicina es ‘el conjunto de conocimientos y técnicas aplicados a la predicción, prevención, diagnóstico y tratamiento de las enfermedades humanas y, en su caso, a la rehabilitación de las secuelas que puedan producir’.
La medicina, por definición, debe basarse en evidencias y en resultados objetivos y precisos que, para su consecución, hayan seguido estrictamente el método científico, desde la observación y los experimentos en diferentes fases preclínicas y clínicas, a la discusión de resultados y a la enumeración de conclusiones válidas.
Según la Organización Médica Colegial española (OMC), la medicina alternativa solo es ‘la propuesta de cura de enfermedades, alivio de síntomas o mejora de salud basada en criterios sin el respaldo de la evidencia disponible’.
Por tanto, resulta peligrosa porque la eficacia de esos tratamientos no ha sido ni probada ni contrastada.
Las pseudomedicinas se basan en la pseudociencia y sus prácticas. Las denominaciones son variadas como medicinas alternativas o medicinas complementarias, pero, en cuanto que no son científicas, se alejan de la Medicina, aunque incluyan esta denominación.
En 2019 el Ministerio español de Sanidad, Consumo y Bienestar Social hizo público un trabajo que demostraba que 139 técnicas estudiadas podían ser calificadas como pseudoterapias, ya que la mayoría de ellas no se basaban en estudios clínicos contrastados ni tenían soporte científico que avalara su prescripción.
Y más aún, no tenían resultados ni de efectividad ni de eficacia, y ni tan siquiera análisis de seguridad por lo que podían poner en riesgo la salud de la población.
Peligro para la salud
La utilización de estas prácticas puede ser nociva para el paciente porque puede que le conduzca, o bien a no seguir la pauta terapéutica que le haya prescrito el facultativo y que interfiera con el proceso curativo, o bien que pueda provocar interacciones negativas con la terapia indicada por el médico.
El peligro real es que se comercia y se juega con la salud humana. En algunos casos puede existir un efecto, pero es el efecto placebo por la confianza del paciente en el facultativo o por su fe en el propio producto.
Si ese tratamiento es preventivo puede no tener consecuencias graves, pero si se aplica como curativo en una enfermedad ya instaurada, como un cáncer, puede acarrear y aumentar efectos irreversibles.
Confiar siempre en la medicina
Se ha constatado un aumento de utilización de estas prácticas, quizá por su rápida difusión en las redes sociales y a través de Internet.
Por ello, es necesario que se activen campañas de difusión que sean asequibles a toda la ciudadanía con el fin de contrarrestar esta desinformación que, en algunas ocasiones, se acompaña de publicidad engañosa muy eficaz para aumentar las ventas de esos productos.
Es necesario educar a todo el mundo evitando el pensamiento mágico. Sin embargo, el poder de la publicidad y de las técnicas de marketing hace que hasta personas altamente racionales sucumban ante campañas tan bien orquestadas.
Entre las acciones que se indicaban en el Plan del Ministerio de Sanidad estaba la creación de material de divulgación como vídeos o infografías que ayudaran a la reflexión racional sobre el uso de la pseudociencia y de las pseudoterapias. También se incluía el diseño de guías de apoyo específicas para periodistas sobre salud y ciencia.
Es necesario que usemos el raciocinio para, preferentemente, tener fe en tratamientos que hayan sido diseñados en base al método y a la evidencia científica ya que, aunque no sean infalibles, son más fiables que las terapias pseudocientíficas que se basan en la publicidad, en el carisma del terapeuta y en el efecto placebo.
Y la pregunta es si en el siglo XXI se puede o se debe confiar en una medicina que no se apoya en la ciencia. No nos engañemos, esta pandemia nos ha enseñado que solo la ciencia es imprescindible para combatir las enfermedades de forma efectiva.
Fdo: Ma Trinidad Herrero. Catedrática de la Universidad de Murcia y presidenta de la Real Academia de Medicina y Cirugía de Murcia